25 octubre 2010

Enfermedades Cardiovasculares

El caso de Miguel García, que por fortuna se pudo recuperar gracias a los auxilios de los médicos del Salamanca y del Real Betis, recuerda no tan lejanos casos como el del sevillista Antonio Puerta o el españolista Dani Jarque, nombres propios que encierran lesiones de difícil diagnóstico, según la Sociedad Española de Cardiología.

La diferencia entre el fatal desenlace del sevillista Antonio Puerta, de 23 años, quien cayó fulminado en el Sánchez Pizjuán tres días antes de su fallecimiento, el 28 de agosto de 2007, y la salvación "in situ" de Miguel García la marcó un aparato, el desfibrilador, que obró el milagro en manos del médico del Betis, Tomas Calero.

Otra vez la sombra de la tragedia en el fútbol español, que puede hablar de seis casos de graves lesiones cardíacas en los últimos 3 años. De nuevo el debate de la prevención en un terreno en el que la dificultad del diagnóstico mantiene a los investigadores de la cardiología en permanente estudio.


En el reciente Congreso de Enfermedades Cardiovasculares de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) una de las conclusiones indica que el corazón del deportista es más grande que el de la población en general, por lo que el volumen cardíaco puede ser el doble que el de una persona que no hace ejercicio.

Esa puede ser la causa de que haya mayor dificultad a la hora de detectar si este tipo de alteraciones que conducen a percances graves o irreversibles son debidas a la propia práctica deportiva o en cambio son expresión de una cardiopatía incipiente.

La muerte de Puerta marcó un antes y un después a la hora de plantear entre los clubes la necesidad de potenciar los controles cardiovasculares a los deportistas, en un país como España, donde practican deporte 12 millones de personas, de ellos 7 millones de forma federada.

Un debate necesario que obligó a tomar medidas de prevención de la muerte súbita. El caso Puerta planeó con fuerza sólo dos meses después en Irún, donde el equipo local y el Real Madrid jugaban un partido de Copa del Rey.

El internacional madridista Rubén de la Red, que pocos meses antes había conquistado la Eurocopa 2008 con la selección española, se desplomó en el centro del campo, inconsciente. La rápida intervención de los médicos le salvó la vida, pero De la Red no ha vuelto a jugar y se descarta su vuelta a los terrenos de juego.

No quedaron ahí las convulsiones en el fútbol español. El 8 de agosto de 2009 la muerte sorprendió al entonces capitán del Espanyol, Dani Jarque (26 años), mientras hablaba por teléfono con su mujer desde la habitación del hotel de concentración, en Coverciano (Italia). Otro caso digno de análisis. La muerte súbita se llevó a una de las grandes promesas del club catalán.

Una víctima más de una afección que no tiene respuesta en la medicina preventiva. La muerte súbita se da en unas 40.000 personas al año, una cifra elevada según los estudios de los expertos. En el caso de los deportistas menores de 35 años se estima que se dan entre 40 y 50 casos anuales.

Sergio Sánchez, futbolista del Sevilla de 23 años, tuvo que cesar en el ejercicio de su profesión en enero de este año al serle detectada una enfermedad cardíaca, de la que fue operado en Hamburgo por el doctor Sievers. Sánchez mantiene la esperanza de volver a jugar al fútbol.

Tampoco la juventud protegió al mediocampista del Reus Jordi Pitarque (23 años), quien falleció el 6 de septiembre en el Hospital de Tortosa después de sufrir tres infartos de miocardio en su domicilio.

Un día antes Pitarque jugó sin problemas un encuentro con su equipo en el campo de El Prat, de tercera división. En la siguiente madrugada sufrió un primer paro cardíaco, un segundo en el traslado y el tercero y definitivo en el centro hospitalario.

En el mes de julio el jugador del Reus había pasado la revisión médica junto al resto de la plantilla, sin que se le detectara nada anómalo.

Según la SEC, el entrenamiento intenso puede acelerar la manifestación clínica de las enfermedades cardíacas hereditarias, principal causa de la muerte de los deportistas menores de 35 años. No obstante, la ciencia aún debe librar una dura batalla contra la muerte súbita, ya que en uno de cada tres deportistas menores de 35 años fallecidos de forma súbita la causa de la muerte se desconoce totalmente.

Algunos especialistas en cardiología y en medicina del deporte aseguran que una de las soluciones para evitar la muerte súbita son las pruebas genéticas que detecten lesiones. Mientras tanto, la asistencia urgente permite en muchos casos salvar vidas.

Un desfibrilador fue decisivo para no estar hablando en estos momentos de otro fallecimiento en un campo de juego. Miguel García, de 31 años, sufrió un infarto agudo en pleno partido. Los médicos del Betis y Salamanca acudieron al rescate y le salvaron la vida. Otro susto, otro motivo para seguir luchando contra una enfermedad que, cuando da la cara, a menudo tiene como consecuencia la muerte.

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