27 abril 2016

El incierto futuro de James Rodríguez

El de ayer ante el Manchester City ha sido un partido más en el que James Rodríguez ha vuelto a quedarse sin jugar un solo minuto. La ausencia es más notable si tenemos en cuenta que Cristiano no entró en la convocatoria por lesión, y que una molestia apartó a Benzema del encuentro en el descanso. 

Con éste, James tan solo suma 6 minutos en las tres últimas jornadas de la Liga de Campeones, cuando entró en el tramo final del partido de ida de los cuartos de final contra el Wolfsburgo, mientras que en Liga acumula 25 minutos en los últimos dos encuentros, repartidos entre el partido del Villarreal (12 minutos) y el del Rayo Vallecano (13). O dicho de otra forma, James suma 25 minutos de los últimos 180 en liga, y 6 de los últimos 270 en la competición continental.

Como es lógico, los rumores sobre su situación y su futuro se están disparando, y desde Colombia se apunta a que esta falta de protagonismo en los últimos partidos responde a un problema personal con el entrenador más que a un bajo rendimiento de la estrella de la selección 'cafetera'. Sin embargo, desde el otro lado del charco todo apunta a los continuos episodios de indisciplina del mediapunta cucuteño. Incluso algún directivo ha dejado caer que se están tapando los problemas del jugador para que no se devalúe más su posible traspaso.

Jorge Mendes, el representante de James Rodríguez, está cansado de recibir llamadas de José Ángel Sánchez (mano derecha de Florentino Pérez) quejándose de la indisciplina constante del jugador. Las quejas empezaron el 27 de febrero, un día después de que el Real Madrid fuera derrotado por el Atlético de Madrid en el Santiago Bernabéu. En el vestuario un desconsolado Zidane le pidió a sus jugadores que no bajaran la cabeza y respondieran con trabajo. La respuesta de James fue salir del estadio e irse a Gabana, una de las cinco discotecas que suele frecuentar en la capital.

No había sido la primera vez que James tenía problemas disciplinarios siendo jugador del Real Madrid. En febrero del 2015, dos días después de haber sido operado de un dedo en su pie derecho, se quedó hasta las tres de la madrugada en la ya famosa fiesta de cumpleaños de Ronaldo. Para colmo, las fotos y vídeos que, imprudentemente, publicó en las redes sociales su amigo Kevin Roldán, hicieron estallar el escándalo.

Comenzando la presente temporada, James, sumergido en varios compromisos publicitarios llegó cinco días tarde a los entrenamientos. El club le impuso la correspondiente multa y Rafa Benítez lo mandó al banquillo en el debut liguero contra el Sporting de Gijón. Una semana después, James se lesionaba en una amistoso ante Perú, quedando dos meses fuera de las convocatorias blancas.

El entorno del jugador celebró la llegada de Zidane al banquillo del Bernabéu después de la desastrosa campaña de Benítez. Creían que 'Zizou' iba a entender mejor al colombiano, pero la persecución por la M-40 a más de 200 km/h, la falta de compromiso en los entrenamientos, el desprecio por la táctica y las constantes salidas nocturnas, hicieron que el respaldo y la confianza que el francés quería brindarle, se transformara en desconfianza. 

Los antecedentes del jugador no lo ayudan. Ya en la temporada 2013-14 Claudio Ranieri, su técnico en el Mónaco, lo sentó durante la primera parte del campeonato liguero. Al ser cuestionado por esa decisión el italiano respondía diciendo que "es un gran jugador pero tiene problemas de mentalidad".

Mendes ha sido el primero en saber que al colombiano se le abrió expediente por su indisciplina, que en el vestuario ya no es tan querido, que sus declaraciones después del Colombia-Ecuador no fueron bien recibidas en la cúpula del club de Chamartín y que en agosto, cuando empiece la nueva temporada, algunos directivos no quieren que esté ya en Madrid.

El problema para jugador y agente está en el mercado. El representante luso ha puesto la marcha de James sobre la mesa, pero Florentino ha echado el freno, y mientras tanto Mendes 'ataca' con ofertas de algunos equipos dispuestos a doblarle la ficha al '10', pero advierte que nadie quiere pagar los 80 millones de su traspaso. Hoy día, una hipotética venta no pasaría de los 40 'kilos', cifras que matan a un Florentino que prefiere retener a James en el Real Madrid (en detrimento de Isco) que encarar una venta que, hoy por hoy, le sacaría los colores. Y es que el presidente no puede permitirse otro ridículo con una operación firmada de su puño y letra.

11 abril 2016

El Stade du Heysel

Nunca es agradable hablar de lugares por motivos trágicos, pero el próximo mes se cumplen 31 años de una de las tragedias que más ha marcado la historia reciente del fútbol y que tuvo consecuencias importantes a la hora de catalogar a los estadios. El 29 de mayo es el aniversario de la tragedia de Heysel, el estadio belga que tuvo el 'maldito' honor de albergar la final de la Copa de Europa de 1985 entre el Liverpool y la Juventus.

En 1926, el Estado belga cedió a la ciudad de Bruselas numerosos terrenos próximos al Castillo Real de Laeken, que pertenecían a la corona belga. El Ayuntamiento de Bruselas proyectó allí un nuevo complejo de exposiciones de altura internacional con el fin de reemplazar el antiguo parque del Cincuentenario. Con motivo de las celebraciones del Centenario de la Independencia de Bélgica en 1930, se construyó un estadio multiusos que inauguraba, el entonces Principe Leopoldo, el 23 de agosto de 1930 en la apertura de los Campeonatos Mundiales de Ciclismo en Pista. Originalmente fue bautizado como Stade du Centenaire (Jubelstadion en neerlandés) y el 14 de septiembre del mismo año se celebraba el primer partido de fútbol entre las selecciones de Bélgica y Holanda venciendo el cuadro local por cuatro goles a uno.

Durante la ocupación alemana cayeron tres bombas en el estadio, lanzadas desde los bombarderos norteamericanos, formando tres grandes cráteres en el césped, sin dañar el edificio ni las gradas. En 1946, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, se desmonta la pista de ciclismo y es renombrado como Stade du Heysel (Heizelstadion), por estar situado dentro de 'Le Plateau du Heysel', el parque ferial donde se desarrolló la Exposición Internacional de 1935. En estos años acogió numerosos partidos de la selección belga, además de ser sede de las finales de la Copa de Europa de 1958 (cuando se registró la mayor afluencia de público con 67.000 espectadores, que vieron como el Real Madrid de los Di Stéfano, Rial o Gento se imponía al Milan de Liedholm, Grillo y Schiaffino) y 1966, ganadas ambas por el conjunto 'blanco'. También acogió la final de la Recopa de Europa de 1964 que ganó el Sporting de Lisboa.

En 1971, se construyó una nueva grada techada enfrente de la principal y se instaló una pista sintética de atletismo (la primera de este tipo en Bélgica), permitiendo la organización de campeonatos internacionales de esta modalidad. Tres años más tarde se instalaba un nuevo sistema de iluminación. El Stade du Heysel fue elegido nuevamente como sede de la final de la Eurocopa de 1972 que enfrentó a las selecciones de Alemania y la Unión Soviética. También acogió la final de la Copa de Europa de 1974 y el partido de desempate en el que el Bayern de Múnich se impuso al Atlético de Madrid, y las finales de la Recopa de Europa en sus ediciones de 1976 y 1980; que ganaron el RSC Anderlecht y Valencia CF respectivamente.

En 1985 fue designado, nuevamente, para acoger la final de la Copa de Europa. Esa final venía marcada por varios motivos que hacían de esa final un caldo de cultivo para que naciera tanta violencia. Liverpool y Juventus venían de disputar la Supercopa de Europa de esa misma temporada en la que la Juve (campeona de la Recopa del 84) se llevó el título al ganar en la ida por 2-0 y los 'Reds' (campeones de la Copa de Europa) no encontraran fecha para la vuelta. Esta, aparentemente, inofensiva anécdota quedó marcada en el corazón de los aficionados ingleses que entendieron que este partido era la revancha que esperaban y en la que iba a quedar claro que el fútbol inglés era el dominante en aquel momento. Además, la final había sido interpretada por los medios de comunicación como un duelo por la supremacía del fútbol europeo. De las últimas ocho ediciones de la Copa de Europa, siete habían sido campeones ingleses (el propio Liverpool en 1977, 1978, 1981 y 1984; el Nottingham Forest en 1979 y 1980; y el Aston Villa en 1982) mientras que Italia era la actual campeona del mundo (1982) y en su alineación contaba con seis integrantes de la 'squadra azzurra' más el mejor jugador del mundo, Michel Platini, que había conquistado el año anterior la Eurocopa con Francia.

El fútbol italiano estaba experimentando un crecimiento gracias al Mundial del 82 y a la llegada a su liga de jugadores de la talla de Zico, Falcao, Platini, Maradona, Ramón Díaz o Boniek que elevaron bastante el nivel del Calcio. Mientras tanto en Inglaterra crecía, casi al mismo ritmo que los cracks en Italia, la presencia de vándalos en las gradas, normalmente con alguna cerveza de más que se juntaban los fines de semana para 'ver' el fútbol. Durante toda la mañana Bruselas había sido víctima de altercados provocados por los hooligans ingleses. Ya durante los días previos desaconsejaron utilizar el transporte público. Hubo destrozos en la mayoría de estaciones de metro, mujeres víctimas de vejaciones, peleas, destrozos en bares y vehículos o el robo de una joyería en la que aficionados del Liverpool entraron rompiendo la vitrina con una mesa.

La organización distribuyó veinticinco mil entradas por equipo, ubicándolos en lados opuestos del campo y reservó las otras diez mil restantes para compromisos y para público neutral. Pero de esas entradas sobrantes muchísimas llegaron a manos de seguidores de ambos equipos (sobre todo de los ingleses) que hicieron que el plan de la UEFA de tener a las hinchadas separadas se fuera al traste. La tragedia se desencadenó una hora antes del inicio del encuentro en la zona Z del estadio, que era una zona de pie situada en uno de los fondos junto a un corner. Esta zona estaba mayoritariamente ocupada por seguidores de la Juventus, pero se encontraba anexa a la zona X, donde había muchos aficionados del Liverpool, de los cuales estaban separados por una simple verja. Los hooligans del Liverpool tenían 'rodeados' a un importante sector de hinchas juventinos y empezaron a increparles, lanzar objetos y a provocar avalanchas hacia su zona. Por aquel entonces, por motivos de seguridad, las gradas estaban separadas del terreno de juego por medio de vallas metálicas fijas y esto produjo que cientos de espectadores fueran agolpados contra estas estructuras provocando aplastamientos. Además, gran parte de la afición italiana, viendo a sus paisanos en apuros, se armaron con lo que encontraron a mano, saltaron por las vallas y atravesaron el campo en una mezcla de prestar ayuda y atacar a los ingleses. Del mismo modo, la otra grada inglesa procedió a hacer lo mismo.

Las fuerzas de seguridad belga tomaron posiciones para evitar que la situación fuera a más, y formaron cordones de seguridad intentando separar las zonas del estadio tratando impedir que se continuara invadiendo el terreno de juego, pero al hacer esto convirtieron la zona afectada por la avalancha en una jaula de la que no se podía salir, y en la que cientos de personas seguían amasadas y aplastadas por la presión de la multitud. Algunos aficionados pudieron ser evacuados del terreno de juego por otros aficionados y por las fuerzas de seguridad, pero el número de efectivos sanitarios era insuficiente ante la situación creada, y muchos heridos tuvieron que recibir los primeros auxilios por parte de otros aficionados. Finalmente las ambulancias llegaron y pudieron entrar al mismo terreno de juego, empezando a evacuar así a cientos de heridos, pero ya no se pudo evitar la muerte de 39 aficionados (32 italianos, cuatro belgas, dos franceses y un británico) ni los cerca de 600 heridos. La mayoría de los fallecidos lo fueron por  asfixia y aplastamiento y muchos cadáveres fueron depositados en un espacio anexo al mismo terreno de juego, que al ser visible desde otras zonas del estadio, daba una imagen dantesca a los espectadores que permanecían en las gradas. Tampoco hubo suficientes efectivos para rescatar a los cadáveres o socorrer a los heridos, y hasta faltaron sábanas para cubrir los cuerpos de las víctimas y algunos fueron amortajados con la bandera 'blanquinegra' de su propio club.

Como la tragedia se produjo antes del comienzo del partido, la UEFA sopesó la suspensión del encuentro pero, sin tener en cuenta las víctimas, en una decisión surrealista, se decidió que se disputara el encuentro, a pesar de la negativa del pleno de jugadores y el cuerpo técnico de la 'squadra bianconera'. Según el jefe de Policía belga y el alcalde de Bruselas, se tomó aquella decisión "para evitar una guerra civil". La final se disputó con una hora y 25 minutos de retraso en un ambiente desolador. Esta tragedia causó un gran impacto mundial y tanto la FIFA como la UEFA tuvieron que trabajar duro para recuperar el prestigio de este deporte. Se eliminaron de todos los estadios las zonas sin asientos, se establecieron criterios para evaluar el riesgo de los partidos, se comenzaron a realizar cacheos, se instalaron cámaras de vídeo, se prohibió la venta de bebidas alcohólicas en el interior de los estadios, así como la introducción de todo tipo de elementos rígidos que pudieran ser utilizados como armas arrojadizas. Las sanciones al fútbol inglés tampoco faltaron. Al Liverpool se le prohibió participar en competiciones europeas durante diez años (aunque luego se rebajaría a seis), mientras que al resto de clubes ingleses les castigaron con cinco años.

En 1994 se produjo la demolición parcial del estadio, reduciendo su aforo a 40.000 espectadores. Posteriormente fue totalmente remodelado, transformándose en un nuevo y moderno estadio al que se bautizó como 'Stade Roi Bauduin' (Estadio Rey Balduino) en honor a Balduino I de Bélgica, monarca belga fallecido el 31 de julio de 1993. Tras 10 años sin acoger ningún gran evento deportivo, el nuevo estadio volvía a acoger la celebración de partidos de fútbol. El primero tras la tragedia de Heysel se jugó el 23 de agosto de 1995 (justo 65 años después de su inauguración) con la presencia de la familia real belga y enfrentó a la selección local y a Alemania. El 8 de mayo de 1996, el Stade Roi Bauduin volvía a acoger una final europea (la Recopa de Europa) que enfrentaba al Paris Saint-Germain y al Rapid de Viena, con victoria francesa por 1-0.

Pese a esta última remodelación, hecha con vistas a la Eurocopa de 2000, hoy día el estadio se ha quedado obsoleto y ya no se ajusta a las normas de la UEFA. Además, la ciudad de Bruselas ha sido seleccionada para albergar partidos de la Eurocopa 2020, por lo que es necesario un nuevo estadio y está previsto que sea demolido en 2018 y reemplazado por uno nuevo, que será construido en otro punto del parque Heysel, un estadio que acogería los encuentros de la selección nacional y también al mejor equipo de la capital, el RSC Anderlecht.